sábado, 8 de noviembre de 2014

Notas previas al 9N

Tras largos meses de preparativos, mañana llega por fin el dichoso día (en los dos sentidos, según a quién se pregunte). Es difícil prever cómo acabará la fiesta: mi previsión es que no será una jornada muy diferente de las últimas Diadas y que, una vez desahogados y votados todos (incluidos Spiderman y el Pato Donald), el lunes Cataluña seguirá siendo un trozo de España.

Escribo el párrafo anterior mirando de reojo la frase de Orwell que encabeza mi blog porque, en fin, la realidad tiene a veces la fea costumbre de ser impredecible. Por eso quizás sea mejor fijarse en otras cuestiones, por ejemplo en cómo algunos de nuestros colectivos preferidos encaran esta recta final antes del 9N tras todos esos debates que tanto nos han ayudado a crecer como personas (porque para crecer como plantas tendrían que regarnos). 

Comencemos por los independentistas, y para hacerlo nada mejor que este documento:



Dicho de otro modo: si la cosa va bien para los independentistas, la secuela de La vida de los otros la rodarán en BCN. Y si va mal, siempre podrán rodar un simpático Goodbye Mas donde hay que ocultarle a alguien que durante el coma no se llegó al estat propi.

También habrá que decir algo sobre los de Podemos, aunque sea para ganarnos unos clicks y contribuir a la ola. Ayer mismo leía lo que tenían que decir del 9N  dos de sus líderes:  si leen cuidadosamente la engolada pieza autopromocional verán que estos paladines de la igualdad se olvidan de invocar el concepto de solidaridad, un olvido similar (¡ay!) al de nuestra más tradicional e institucional izquierda. Pero qué podemos decir de quien en el mismo párrafo se posiciona a favor del derecho a decidir y muestra su preocupación por "la minoría privilegiada que se ha situado por encima del Estado de derecho"...bueno, algo podemos decir: que ahora sabemos mejor qué entienden ellos por Estado de derecho.

Pero dejemos a los de Podemos para otro momento y centrémonos en uno de nuestros colectivos preferidos. Si uno calcula el lugar geométrico cuyos puntos están a la misma distancia de tirios y troyanos (¡oh!) es muy posible que encuentre al señor Brachandell, notable exponente de los equilibristas equidistantes, que llegan a esta recta final frescos como una lechuga y dispuestos a hacerse la foto finish meneando la cabeza con su habitual gesto de resignación filosófica. Este equilibrista, en particular, afea a los contrarios a la consulta que consideren a los soberanistas "tontos irracionales" por señalar los costes que tendría la secesión.  Al parecer para el señor Brachandell el debate político no se debe basar en estas incómodas cuestiones materiales sino en quién combina mejor los colores. Y por supuesto no habla de principios: como si en este debate los principios de unos y otros tuvieran el mismo peso.

Y en esto tiene algo de razón el señor Brachandell, porque, como llevamos diciendo aquí desde hace tiempo, el problema es que frente al nacionalismo catalán ha faltado un debate de principios, sobre todo desde la izquierda. Es ése uno de los méritos de Libres e Iguales: posicionarse frente al nacionalismo blandiendo principios como el de ciudadanía, diversidad y solidaridad. Así lo hacen en el artículo que sus promotores publicaban ayer en el New York Times. Por ese motivo yo también firmé el manifiesto, aunque no me acabara de convencer eso de que "proliferan maniobras opacas para ofrecer nuevos privilegios al nacionalismo a costa de la soberanía de los españoles" (¿qué maniobras son esas?). Pero no podía evitar estar de acuerdo con quien pide que se trabaje "por la deslegitimación intelectual y política del nacionalismo".

Esta es más o menos la situación a pocas horas del gran día. Dicho todo esto y, a la espera de acontecimientos, les dejo con sus ocupaciones.  Y a todos esos fans que me leen y no me conocen (calculo que son dos o tres) les dejo buscándome entre los firmantes: si me encuentra, imaginen  que desde esa lista les mando un cordial saludo.

martes, 4 de noviembre de 2014

domingo, 26 de octubre de 2014

miércoles, 15 de octubre de 2014

Una ventana de Edimburgo

Después de pulsar la situación catalana en los balcones de Barcelona, las circunstancias de esta vida loca que llevo me llevan a Edimburgo, donde me espera N. Por entonces aún no sabíamos si lo de Artur Mas el 9N iba a ser una cacicada o si simplemente sería una pantomima e intercambiamos impresiones sobre el asunto, impresiones tan variables como la sucesión de (¡chiquitodelacalzadescos!) pasitos para adelante y para atrás del President, que algún día algún investigador ocioso modelizará como un movimiento browniano. La discusión, como siempre, no lleva a ninguna parte, y no acertamos a predecir dónde nos llevará la errática danza de Mas. Pero mi paseo por Edimburo me hace pensar que, en el fondo, ni falta que hace saberlo. Porque alzando la vista por sus calles, como en Barcelona, me encuentro  con un anticipo del panorama que nos encontraremos cuando el President de turno culmine con éxito su secular murga y logre por fin que el Pueblo elija su propia aventura.



domingo, 28 de septiembre de 2014

Brutalidad intelectual

Pasaba el domingo y leía distraídamente el periódico, predecible y anodino.

Hasta que apareció Orwell con su fusil, explicando al poeta comunista Spender que...
...quise utilizarle como símbolo del bolchevique de salón porque a) los versos suyos que había leído no me habían parecido gran cosa, b) me parecía usted una especie de persona elegante y de éxito, amén de comunista o simpatizante comunista, y como no nos conocíamos podía considerarlo un tipo y hasta una abstracción. Incluso si me hubiese desagradado usted, después de conocerle, tendría que haber cambiado mi actitud, porque al conocer a alguien uno repara enseguida en que se trata de una persona y no una especie de caricatura que personifica determinadas ideas. En parte por esa razón no frecuento mucho los círculos literarios, porque sé por experiencia que después de hablar con alguien ya no podré demostrar ninguna brutalidad intelectual, incluso aunque lo considere mi obligación, igual que esos parlamentarios laboristas que se pierden sin remedio cuando los duques les dan palmaditas.
Hay que hacerse con ese libro de inmediato. 

Y hay que intentar ser más brutales intelectualmente. Es nuestra obligación.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Junqueras y nada más

Ya, ya sé que estamos cansados de oír hablar siempre de lo mismo en editoriales, artículos de opinión, tertulias y demás.  Por eso, amigos, les invito a que dejen de leer análisis sobre el temita catalán y que acudan a las prístinas fuentes del asunto. En concreto a estas dos respuestas de Junqueras, conspicuo promotor de esta movida. Porque aquí está todo:
     Usted ha llamado al presidente Artur Mas a la desobediencia en caso de que el Tribunal Constitucional suspenda la consulta. ¿Qué pretende que haga?
        Desobediencia, cuando alguien te prohíbe votar, significa votar igualmente. Desobedeceremos las leyes españolas pero obedeceremos el mandato que tenemos del Parlament y que nos dieron los catalanes en las elecciones de 2012.

    Pero será una consulta ilegal.
        Haremos la consulta bajo el marco legal del Estado naciente. Ha llegado la hora de saltarse las leyes españolas. Ha llegado la hora de prescindir de la legitimidad española para crear la nuestra propia. Ha llegado la hora de saltarse el marco legal anterior para crear el siguiente, como sucede siempre en caso de independencia.

Repitámoslo one more time, por si no ha quedado claro: Junqueras quiere hacer una consulta para saber si los catalanes quieren que nazca un nuevo estado catalán con su consiguiente nuevo marco legal, el marco legal de un estado naciente que surgirá haciendo la propia consulta saltándose la ley española.

Pero lo importante es preguntar a los catalanes, y contar votos y tal. Democráticamente.

Sólo nos queda aplaudir y felicitar a los lumbreras que han mordido el anzuelo.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

La socióloga, la niña y el google

Después de una entrada tan sesuda como la última saben que por lo general suelo tomarme un par de meses de descanso. Pero hoy he leído algo que me apetece comentar: la entrevista que hace Ramón Lobo (un periodista a quien le gusta empezar sus preguntas con un "como me comentó una vez el líder de la contrainsurgencia peshmerga", o algo similar) a Belén Barreiro, una socióloga top, que diría Cristiano Ronaldo, de las cien mujeres más influyentes de España y ex-asesora de Zapatero; una mujer, en definitiva,  que se ha movido con gran soltura por las cumbres socialdemócratas, cosa que en el fondo nos da un poco de envidia.

Habría mucho que decir sobre la entrevista. Podríamos comentar la mal disimulada felicidad de entrevistada y entrevistador por el ascenso de Podemos ("jajaja - jijiji"), un fenómeno que para la socióloga (en su momento de mayor lucidez) encierra cierto paralelismo con el ascenso del Frente Nacional. También podríamos rebatir su insistencia (la de la entrevistada, pero también la del entrevistador) en la idea de que vivimos en una "democracia secuestrada", pero no haríamos sino repetir de mala manera los argumentos de este imprescindible artículo de Jorge Galindo.

Pero hay un par de cosas que no podemos dejar pasar. La primera es esta respuesta, que sería para el mármol pero que voy a ir dejando plasmada en este humilde cuaderno hasta que llegue el pedido que he hecho a Carrara:

Mi hija, que tiene trece años recién cumplidos, estaba empeñada en comprarse una pulserita con la bandera española. Entré en estado de shock. Me dijo: «¿Mamá, no eras tan liberal? ¿Por qué no me puedo poner la bandera?». Le conté qué significaba, Cataluña, el problema de España, la derecha… Cuando acabé me dijo que de momento no se la iba a poner, pero que no acababa de entender por qué no se puede ser de izquierdas y llevar la bandera española. Y tiene toda la razón. A ver si empieza a ser la primera generación reconciliada.

Y es que tenemos tanto que aprender de los niños, que diría Pedro Ruiz.

Pero aún hay más. La entrevista prosigue con un repaso a la actualidad en el que no falta ni un tópico, y llegamos a uno de los preferidos para la verdadera izquierda, que aquí no podría faltar, y que quizás es definitorio de la relación con la realidad de la entrevistada y del entrevistador (quien, por si no lo saben, o si no lo han notado, o en el improbable caso de que no se lo haya recordado ya él mismo,  es ex-corresponsal de guerra, como Pérez-Reverte - nos ahorramos nuestro diagnóstico sobre la correlación entre visitar escenarios bélicos y las tendencias campanudas). Dice, digo, la socióloga (y asiente el entrevistador) que:

Somos de las pocas democracias con una pasado dictatorial cuyo Parlamento no ha condenado de forma explícita el franquismo. Y eso es gravísimo.

Algo que además de gravísimo es simplemente falso; quizás la socióloga también tenga que aprender de los niños cómo usar google.

En fin, que menos mal que en estos casos siempre siempre hay un pesado que se encarga de recordar estas cosas.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Balcones de Barcelona

Barcelona, a pocos días del 11/9/1714+300















En los balcones parece que gana el No Sabe / No Contesta. O no. Quizás mejor no desear que se pongan a votar con los balcones. 


Luego nos enteramos por la prensa de que se está imponiendo el seny:


  
No olvidemos que últimamente no nos creemos del todo lo que publican los periódicos.

 
Seguiremos atentos los acontecimientos:












jueves, 21 de agosto de 2014

Dejar tuíster - El follón en UPD

Dejar tuíster

Como sabrán si han visto últimamente los telediarios, he dejado tuíster. Naturalmente, me arrepiento cada cinco minutos, y echo mucho de menos unas cuantas voces. Bueno, en verdad echo de menos a todas las voces de mi TL, el modo en que el mundo fluía y era desmenuzado a través de sus tuits. Pero no echo de menos precisamente aquello por lo que me he decidido a dejarlo: la sensación que tenía de estarme dejando arrastrar por esa corriente, saltando sin esfuerzo alguno de una idea a otra, a cual más aguda, sin apenas esfuerzo. Dejándome llevar por ellas. Hay quien dirá que no tiene sentido resistirse, que todos nos dejamos llevar por unas corrientes o por otras, y que saber dejarse llevar por la más adecuada es un arte en sí. Eso mismo he pensado yo durante mucho tiempo. Pero ahora me apetece nadar un poco solo y sin flotador. Bueno, quizás con un manguito. O con dos. Pero más suelto. A ver qué pasa.

Por algún lugar daré salida a lo que ya no saldrá por tuíster; el lugar más probable será este cuaderno. Las entradas quedarán inevitablemente más tuiteriles, y espero que también ellas queden más sueltas. Lo veremos.

El follón de UPD

He dejado tuíster pero me llegan ecos, claro (¡esos ecos serán mis manguitos!). Me llegan porque los busco, porque hay algunos que sé por dónde paran. Tal es el caso de Montano y sus columnas: me entero por la última del lío que se ha montado en UPD a cuenta del artículo del eurodiputado Sosa Wagner, en el que pide a su partido que concurra a las próximas elecciones de la mano de Ciudadanos, cerrando una brecha que a los que simpatizamos con ambas formaciones nos resulta inexplicable. A diferencia de lo que le ocurre a Tsevan Rabtan (según refiere Montano: con gran dolor mi abandono tuitero me obliga a dejar los tuits de Tse, salvo los que recopila alguna de esas almas caritativas que circulan por internet) para mí UPD nunca fue el partido de Rosa Díez sino el partido de Fernando Savater. Y por eso mereció mi simpatía y mi voto. Cuando amigos que estuvieron más o menos cercanos al partido me señalaban sus defectos, les decía que les pasaba lo que al salchichero que jamás comía salchichas de su propia carnicería. Pero, como señala Arcadi Espada, la alucinante carta de la diputada Irene Lozano casi confirma algunos de los peores rumores que habíamos oído estos años.

Sin embargo, y aquí me asoma mi incorregible (¡mi savateriano!) optimismo, quizás todo esto sea una buena noticia. Es tal el globo que se ha formado, que veo difícil que todo esto se cierre en falso. Hace tiempo que sabemos que UPD tiene dos opciones: unirse a Ciudadanos o encerrarse en su sectarismo y caer en la irrelevancia. La carta de Sosa les obliga a enfrentarse ahora a esa decisión. Espero que Savater intervenga y les ayude a tomar la decisión correcta. Y si no lo hacen, los votantes de UPD tendremos que dar una lección al partido y hacer lo que hace tiempo que venimos demandando a Rosa Díez sin éxito: echarnos a los brazos de Ciudadanos.

lunes, 23 de junio de 2014

Sólo se es Grouchy una vez (como mucho).


Leyendo "Momentos estelares de la humanidad", donde Zweig cuenta que la derrota de Napoleón en Waterloo se debió al mariscal Grouchy. Dado el profundo conocimiento de la Historia que poseen mis lectores, lo que sigue no cuenta como spoiler:

Tras huir de su cautiverio en la isla de Elba, Napoleón atraviesa a zarpazos Francia y se encuentra con las tropas prusianas, las primeras en salir a su paso de una alianza internacional decidida a volver a frenar al león. "L'Empereur" les asesta tal golpe que éstas huyen en desbandada; entonces, confiado en su inercia victoriosa, entiende que es el momento de atacar a las tropas de Wellington en Waterloo y terminar de expulsar a los invasores que pretenden subyugarle de nuevo, y con él a Francia. Sus fuerzas, sin embargo, están mermadas, y por ello pide al fiable pero gris mariscal Grouchy -cuyo grado quizás se haya debido más a la fidelidad y a la constancia que al talento militar o a su valor en la batalla - que siga a los prusianos en su retirada, pues un ataque por la retaguardia podría desequilibrar la balanza en su duelo con el frío almirante británico, un duelo que presiente decisivo. Grouchy sigue las órdenes y sale en pos de las tropas prusianas. Convencido de que la retaguardia está asegurada y consciente de que sólo el impulso de sus rápidas victorias le permitirá prevalecer sobre sus poderosos enemigos, Napoleón se decide a lanzar el ataque decisivo contra las tropas británicas en Waterloo. Comienza así una batalla terrible, una de las más cruentas jamás libradas sobre suelo europeo; la lluvia de piezas de artillería es tal que hace que el suelo tiemble incluso a varias millas de distancia, bajo los pies de Grouchy, quien pese a todo sigue decidido a cumplir rigurosamente las órdenes de su superior y seguir avanzando tras las tropas prusianas aunque las puertas del infierno se hayan abierto a su espalda. Sin embargo Napoleón, en la distancia, desearía que Grouchy olvidara sus órdenes y atendiera al reclamo del brutal tambor de una batalla que está decidiendo el destino de Europa. Lo mismo intuyen algunos subordinados de Grouchy, desesperados además porque en la persecución no hay rastro de las tropas prusianas. Pero Grouchy, que quizás en el fondo comparta la intuición de sus hombres, ha llegado a su puesto gracias a una disciplina férrea y a un profundo respeto por la cadena de mando, por lo que decide seguir adelante hasta recibir una contraorden que nunca llega. Al final, el temor de Napoleón se cumple: las tropas prusianas, que habían eludido la persecución de Grouchy, acuden en ayuda de las británicas en Waterloo y desequilibran la balanza a favor de las tropas de Wellington, abriendo en canal al ejército francés. Napoleón ha sido derrotado y el peso de la responsabilidad por la derrota, según Zweig, ha de recaer en el mediocre Grouchy.

La moraleja de este momento estelar está clara: hay situaciones en las que seguir a rajatabla las reglas y los procedimientos puede ser catastrófico, especialmente cuando van en contra del viento de la Historia. Quizás la misma intuición sea la que anime a todos aquellos que con sorprendente frecuencia parecen dispuestos a saltarse las tediosas reglas cuando el Fin (que suele ser alguna palabra con mayúscula) lo merezca. No dudamos que haya ocasiones en las que hacer algo así sea necesario; pero aquí nos permitimos señalar que Zweig habla en su relato de un momento estelar de la humanidad, una de las pocas ocasiones en las que el destino de un continente estuvo en las manos de un solo hombre. Por eso, podemos tranquilizar a las masas desobedientes y asegurarles que es difícil que a los pobres mortales se nos dé la ocasión más de una vez en nuestra vida - y mucho menos con periodicidad casi semanal- de superar en audacia al gris mariscal  Grouchy. Así pues, estén tranquilos, porque es muy improbable que un Zweig futuro les reproche su inacción si en una de esas ocasiones en las que creen llegado el momento de romper con lo establecido, se quedan en casa tomándose un colacao. Dosifiquen, pues, su audacia, que se lo pueden permitir. Y, sobre todo, si sienten a menudo soplar el viento de la Historia, abríguense.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Coincidencias felices (y no tanto)

Empecemos por una coincidencia simpática: no me dirán que no tiene gracia que dos de mis columnistas de cabecera se apelliden Montanelli y Montano. Los dos llevan acompañándome ya unos cuantos años: el primero me acompaña en diferido, con sus libros: no pasa un año sin que lea un Montanelli y este año, como saben, ando paladeando poco a poco los  Controcorrente que publicó en Il Giornale. Montano, por su parte, ahora me acompaña en directo con sus columnas en Zoom News, aunque llevaba años haciéndolo desde su blog. El caso es que esta lectura simultánea deparó ayer una coincidencia temática y, como prefiero escribir sobre dos cosas a escribir sobre una, me he decidido a esbozarla en este cuaderno. 

Escribía ayer Montano sobre las reacciones a la estratosférica metedura de pata de Cañete y titulaba su columna, inspirándose en mis admirados Faemino y Cansado (¡otra coincidencia!), "Una conjunción maravillosa" (no hará falta señalar que la diferencia entre conjunción y coincidencia es de matiz). Empezaba así:
Hace unos años Faemino y Cansado empezaron una actuación en Málaga exclamando: "¡Es para nosotros una gran alegría estar en Málaga!". El público aplaudió por la deferencia, pero los cómicos siguieron: "Es algo que decimos en todas partes. Cuando estamos en Zaragoza también decimos que es una gran alegría estar en Málaga. Y cuando estamos en Albacete igual. De manera que cuando lo decimos y estamos realmente en Málaga se produce una conjunción maravillosa". 
Siempre dice que la derecha es machista, homófoba, racista y, sobre todo, facha. Lo dice incluso cuando no lo es, que a estas alturas es la mayoría de las veces. Por eso, cuando de pronto sí que lo es, como con las desdichadas palabras de Cañete en lo relativo al machismo, se produce una conjunción maravillosa. Se ceba entonces en su presa con un énfasis que en el fondo delata la gratuidad de las acusaciones habituales...
Leía a Montano por la mañana, vía Twitter. Y por la noche, ya en la cama, me encontré con esta pieza de Montanelli cuando iba a por mi dosis diaria de Controcorrente, una nota escrita por el periodista italiano el 11 de Septiembre de 1976 (una nota que, por cierto, también me hizo acordarme de mi amigo Josepepe). Testigos presenciales aseguran que cuando terminé de leerla cerré el libro, me incorporé y me puse a aplaudir: 
Es hoy el tercer aniversario de la muerte de Salvador Allende. Y cuanto más tiempo pasa, mejor se ve qué tragedia fue para el pueblo chileno. Al lamento por la libertad perdida, tenemos que añadir la burla de esos anatemas contra el nuevo régimen lanzados por Jefes de Estado, de gobierno y de Partido que pueden, sí, dar lecciones a Pinochet, pero sólo de eficiencia y ferocidad policial. Estos demócratas entre comillas que son a los demócratas lo que los murciélagos a los ángeles. Inclinémonos frente a la tumba de Allende, pero alejados del coro de ciertas plañideras. Renard llamaba al luto "la mentira negra". 
Por si la coincidencia temática no resulta evidente para las criaturas que viven fuera de mi cabeza, intento señalarla: creo que al maestro Montanelli no le habría importado decir, parafraseando a Montano, que muchos de los que condenaban al régimen de Pinochet lo hacían con un énfasis que delataba su mala conciencia, o mejor, que su énfasis delataba la necesidad de cubrir con grandes aspavientos sus vergüenzas. Algo similar a lo que le ocurre con cierta izquierda con las críticas a Cañete: con el estruendo de sus aparatosas críticas, que por una vez dan en el blanco, intentan disimular todas las veces que han fallado el tiro - y no porque no haya lugar para la crítica a la derecha, sino porque están tan desorientados que la mayoría de las veces no saben ni dónde apuntan. 

En definitiva, que ciertos énfasis en política siguen siendo delatores, hoy como hace cuarenta años. Otra coincidencia.

domingo, 30 de marzo de 2014

11-M a destiempo, diez años después

Pasan las páginas de este cuaderno y nos dan diez años desde el 11-M, como nos dieron diez años desde aquel otro once. Y marzo se nos va sin que haya dedicado unas líneas a este aniversario, así que toca hacerlo a destiempo. Aunque como dije, como verán, tiene cierto sentido que así sea.

Tiene sentido porque yo viví el 11-M a destiempo. Cuando desperté aquel once de marzo los trenes ya habían reventado: dormía hasta tarde porque, con un desparpajo notable para alguien que llevaba unas pocas semanas trabajando, había pedido un par de días libres para venir a Italia para econtrarme con F. en Milán, donde su amiga C. celebraba su licenciatura en derecho. Por entonces, ni que decir tiene, ni siquiera sospechaba que diez años después estaría escribiendo este cuaderno.

Recuerdo pocas cosas de cómo pasé aquella mañana. Recuerdo la rabia y la tristeza ante las imágenes y los testimonios por televisión. Y mi desconcierto. Recuerdo haber respondido SMSs y algunos correos de amigos del erasmus preocupados; los locales no lo estaban, porque sabían hace tiempo (antes de que me despertara) que yo estaba bien. Recuerdo haber salido a toda prisa hacia Manuel Becerra donde, al parecer, se podía donar sangre: cuando llegué no había rastro de dónde hacerlo. Recuerdo haber estado convencido de que había sido ETA; recuerdo bajar andando Alcalá (desconcertado) siguiendo el espeluznante recuento de muertos por la radio. De algún modo las horas pasaron y yo me subí a mi avión; sé que me apenaba irme, pero que me aliviaba volver a tiempo para votar. El único modo de responder a esos hijos de puta, pensaba, era votar. A saber por qué.

Estuve hasta el 14M por la mañana en Milán. De España me llegaban simplemente lejanos ecos (recordemos que entonces no teníamos todos esmarfón): la pista islamista, los posibles suicidas, las denuncias de manipulación del gobierno, las protestas callejeras frente a las sedes del PP...pero no sabía exactamente qué estaba pasando. Recuerdo, eso sí, haber hablado con un amigo de C. en su fiesta, (seguramente con algún negroni de más) de lo preocuado que estaba por la tensión que se estaba creando en España. El 14M volví a España, me reuní con mis amigos del barrio en el banco del parque de siempre y fuimos a votar con las caras largas. Recuerdo haber escuchado con alivio cómo Rajoy aceptaba su derrota electoral por televisión. No recuerdo haber experimentado alegría.

Vivir así esos días me permitió observar lo que vino después con cierta distancia: la que te da no estar cegado por la luz que inunda a los que están en el lado correcto de un relato de buenos y malos. No sé si es posible construirse ese relato, pero a mí las circunstancias me lo impidieron en su momento y después he preferido no hacerlo, porque me duele rememorar esas fechas. Y esto me permtió ver con cierta objetividad cómo se había emponzoñado la vida política española, en especial cómo esas jornadas habían sentado terriblemente mal a los que podía considerar "los míos". En este sentido, creo que algunos de los peores errores de Zapatero, allá donde se mostró más sectario, no habrían sido posibles de no haber estado todos envueltos en ese pegajoso ambiente de desconfianza mutua. Tampoco olvido a quienes contribuyeron a hacer más pegajoso ese engrudo con sus teorías (aunque ahora reconozcan, ¡admirable ejercicio de honestidad intelectual!, que en lo fundamental se equivocaron).

De esa atmósfera, por suerte, no queda demasiado: llegó el terremoto económico y, con él, nuestras preocupaciones pasaron a ser otras. Abriendo el encuadre, hay incluso quien sostiene que el 11-M no fue el inicio de nada, sino que simplemente sirvió para que se pusieran de manifiesto algunas de las peores facetas de nuestra sociedad, que vuelven a emerger constantemente (aunque, por favor, no me vengan con lo de las dos Españas, que bastante daño han hecho ya otras supuestas identidades históricas inmutables, esas terribles ficciones). No hemos vuelto a tener un atentado terrorista similar, algo por lo que no habría apostado esos días: las primeras veces sirven para demostrarnos que lo que ocurrió puede volver a ocurrir. El 11-M, incluso este décimo aniversario, hoy no sirven más que para el recuerdo, en el mejor de los casos, o para que unos cuantos suelten unas voces en twitter. Pero pasados unos días veo que todo eso se ha desvanecido. Y queda sólo la huella indeleble, constante, y profunda en aquellos que verdaderamente lo sufrieron. Los que piensan en aquel día todos los días. Fueron muchos, pero en el fondo eran pocos. Piensen si no en cuántos estamos hoy acordándonos de ellos, a destiempo. 


martes, 11 de marzo de 2014

El cuaderno en las cintas de Albert

El amigo Albert me pasó hace unas semanas un cuestionario dificilísimo que, tras largas jornadas de insomnio, ayuno y un par de retiros espirituales, logré responder. Hoy ha decidido colgar mis respuestas en su estupendo blog junto con una semblanza increíblemente elogiosa (y por ello algo injusta), cosa que íntimamente le agradecemos. Por si esto no fuera suficiente para estar satisfecho, no puedo evitar estar orgulloso de compartir cuestionario y espacio con gente querida y admirada en este blog como Josepepe, Tsevan Rabtan o Perroantonio, y de haber resistido a la tentación de leer sus respuestas y copiarlas sin disimulo. No se pierdan el blog ni esta serie, que esperamos que culmine con Albert respondiendo a sus propias preguntas con la naturalidad y la elegancia con las que transcribe sus cintas.

Todo esto puede servirles para distraerse un poco en esta triste efeméride. De hecho pensaba escribir algo para hoy sobre cómo viví esos días pero, bien pensado, tiene sentido que lo haga a destiempo. En unos días les explicaré por qué.

Hasta entonces les dejo con Albert, sus preguntas y mis respuestas. Y con mi agradecimiento: Gracias, Albert.


viernes, 28 de febrero de 2014

Saber y no saber del "Belvedere"


Qué ganas las mías (qué ganas las nuestras) de saber, de saberlo todo, cuando tan indispensable para el placer de saber, para obtener la satisfacción de saber, es no saber previamente; y cuando sólo no sabiendo (cuando no sabemos) podemos experimentar sensaciones que difícilmente podríamos experimentar sabiendo. Sé que la frase trae ecos de Marías: quizás porque estoy aún bajo los efectos de “Mañana en la batalla...”, o quizás porque me acuerdo (y me compadezco) de su inseparable Pérez – Reverte quien, inmortalizado por Muchachada Nui, decía aquello de “yo lo sé todo... hasta lo nuevo lo sé”. 





Pues bien, yo no sabía nada del torso del Belvedere cuando me lo encontré en el centro de una de las salas del Museo del Vaticano. Por eso, al verlo sentí una de esas punzadas que uno siente sólo ante un descubrimiento; una punzada casi de intimidación ante la imponente figura mutilada, que parece dispuesta a ponerse en marcha. Inmediatamente surge la duda de si no será la combinación de lo que vemos y de lo que le falta al coloso (de lo que sabemos y de lo que no sabemos de él) lo que le da esa potencia. Pienso entonces de nuevo en su nombre – el torso del Belvedere, de la bella vista (no sabía entonces a qué se debe ese nombre, sigo sin saberlo) - y entre los múltiples colosos sugeridos puedo imaginarme a un coloso jovial, encaramado en una tapia desde la que se divisan los tejados de Roma, dando patadas al aire como un niño. “El rotundo torso fue una fuente de inspiración para Miguel Ángel”, me informa asépticamente la voz de la audioguía. “Se estudia en todas las escuelas de arte”, me dice mi sabia acompañante.





Seguí recorriendo el museo experimentando asombros de otra índole, como en las estancias de Rafael (de las que ya sabía) llegando así a la Capilla Sistina. Y allí pienso que Miguel Ángel quizás sintio una punzada similar a la que sentí yo ante el torso del Belvedere y vio, entre los múltiples colosos sugeridos por el coloso, a uno implacable, capaz de impartir justicia el fin de los días. 



jueves, 13 de febrero de 2014

Sobre lo de Letta y Renzi, a vuelapluma

Llego un poco fundido a mis tareas de corresponsal, pero la actualidad apremia y yo me debo a mi público. Como sabrán, lo más probable es que mañana a estas horas Matteo Renzi esté formando gobierno, siguiendo las instrucciones de Giorgio Napolitano, mientras que Enrico Letta se despedirá -quizás para siempre- de Palazzo Chigi. Merece la pena decir unas cuantas cosas sobre todo esto.

Empecemos hablando de Letta. No puedo evitar que me caiga simpático un tipo que gozaba de la consideración de alguien tan juicioso como Giorgio Napolitano, que eligió como ministra a Cécyle Kyenge (sacando de quicio a los racistas que pululan por Italia, especialmente a la Lega Nord) y que dedicó esa carcajada y esa apreciación irónica -è un grande- a la penúltima contorsión política de Berlusconi, con la que daba su apoyo al gobierno (tras varias semanas amenazando con lo contrario):



Sin embargo, hay que señalar unas cuantas cosas. La primera es que su gobierno era tremendamente inestable, tanto que los trescientos días que (casi) ha durado parecen casi un milagro. La segunda es que Letta difícilmente puede considerarse como el guardián de las esencias izquierdistas del PD que ha sido derribado por el centrista Renzi: el todavía primer ministro provenía de la Margherita, un partido de ex-democristianos del que saldría uno de los candidatos más inoperantes que ha dado el centroizquierda italiano: il piacione Rutelli, quien últimamente ha visto la luz y suelta unos sermones que ríanse de nuestro Fernández Díaz. Fue precisamente el centrismo de Letta determinante para que Napolitano le confiara un gobierno de gran coalición.

Despachado Letta (también por mí), toca hablar de Renzi. Sin duda hoy Renzi ha conseguido lo que llevaba buscando desde que ganó las elecciones primarias. Hay quien considera peligroso a un tipo que ha llegado al poder haciendo uso de las nuevas tecnologías y de los medios. Conviene recordar que tanto twitter y tanto facebook fue inútil contra un político de la vieja escuela como Bersani, y que sólo la derrota del (este sí) ex-PCI le dio una segunda oportunidad para liderar el PD. Y tampoco está de más desempolvar los silogismos y decir que que todos los berlusconianos queden bien en la tele no implica que todos los que quedan bien en la tele sean berlusconianos.

El de Renzi es un gesto audaz y para mí difícil de entender, porque le coloca al frente del gobierno en una posición muy complicada, bastante más de la que tendría tras unas elecciones en las que (presumiblemente) habría ganado ampliamente -el escenario que todos preveíamos hasta ayer. Porque ahora mismo su única posibilidad de formar un gobierno estable pasa por llegar a acuerdos con un socio tan poco fiable (y tan erosionador de su base política) como Berlusconi. Puedo equivocarme, pero si Renzi no logra hacer un puñado de reformas convincentes y un gobierno más largo que el de Letta, su futuro político quedará seriamente dañado. Lo que es indudable es que ha dado un golpe de autoridad y que el Partito Democratico ha unido definitivamente (y quizás por primera vez en su breve historia) su suerte a la de su líder, y triunfará o se hundirá con él. Veremos qué pasa.

jueves, 23 de enero de 2014

Una carcajada con Montanelli (y con la actualidad política italiana)

"En una conferencia de prensa en Nueva Delhi, Henry Kissinger ha declarado que vendrá a Roma e irá a almorzar con el presidente Leone, pero que no hablará de política porque la política italiana es, para él, demasiado difícil de entender. Es la primera vez que Kissinger reconoce los límites de su propia inteligencia. Pero queremos tranquilizarle. Hay cincuenta y cinco millones de italianos que no entienden la política italiana, incluidos los que la hacen".

Al encontrarme con esta pieza de Montanelli el pasado domingo en la recopilación Il meglio di Controcorrente  (mi Montanelli de este año) no pude reprimir una carcajada. La retranca del maestro sin duda tuvo que ver, pero lo gracioso para mí es que este Controcorrente, escrito en 1974, suponía un colofón inmejorable a una jornada en la que había intentado entender el acuerdo que se estaba fraguando entre Renzi y Berlusconi para reformar la ley electoral italiana. Sin éxito, naturalmente.

A mi confusión contribuyeron varios factores, entre ellos que me intenté enterar de lo que pasaba a través de la Repubblica, que el domingo informaba de lo ocurrido en la reunión privada entre Renzi y Berlusconi con una profusión de detalles que tiendo a considerar sospechosa, salvo para un narrador omniscente o un Diego Torres. Desde entonces, por suerte, los protagonistas han hablado sobre el acuerdo y sabemos con certeza algunas cosas: para entender por dónde parece que irá la nueva ley, les recomiendo que lean lo que ha escrito Pablo Simón en Politikon (una lectura doblemente recomendable para los que consideran que la ley electoral española es la fuente de todos los males patrios). Ahí también encontrarán los motivos por los que no me acababa de creer la información de La Repubblica, en particular que se empeñaran en llamar "ley a la española" a la ley electoral en ciernes (cuando efectivamente se parecen como un huevo a una castaña) y que sorprendentemente la nueva ley mantenga los rasgos por los que la presente ley electoral (cariñosamente conocida como porcellum) fuera declarada inconstitucional, como la existencia de un "premio de mayoría" (diputados extra para la lista más votada, por la cara) y las listas cerradas y bloqueadas.

¿Cómo se explica entonces este acuerdo, que además da vida política al pernicioso Berlusconi? Se puede entender en parte. Con la ley electoral vigente declarada inconstitucional, era necesario aprobar otra; Monti y Letta lo intentaron sin éxito y Renzi, tras ser rechazado por los muchachos de Grillo (que siguen con su heroica tarea de señalar con el dedito sin descender a compromisos reales), ha tenido que dirigirse al que todavía hoy es el líder del mayor partido de centro derecha italiano. Por otro lado, si el centro izquierda aprobara una ley sin su apoyo habría cometido el mismo atropello que Berlusconi y los suyos cuando aprobaron el porcellum sin contar con la oposición (aunque también podría decirse ahora que dejar a los grillini fuera es dejar fuera a la oposición). Además parece que la nueva ley debería corregir el bicameralismo perfecto actual, culpable entre otras cosas de que Letta, pese a la mayoría de su partido (el PD) en el parlamento, tenga que gobernar con los berlusconianos-hasta-hace-dos-días-pero-ya-no-por-otras-carambolas, y eso es algo que al parecer agrada a Napolitano, al que siempre hay que escuchar. En definitiva, que Renzi ha tomado una decisión discutible, pero hay que reconocer que en esta mano no tenía muy buenas cartas. Y quizás la política, en el fondo, vaya de eso.

Ah, cuánto aprendemos con la política italiana. Aunque no entendamos nada, como decía Montanelli.

lunes, 6 de enero de 2014

Más comentarios arcadianos

Publicaba anteayer Arcadi Espada su habitual carta de los sábados y los arcadianos no tardamos en ponernos a comentarla de nuevo en Twitter (sin ponernos de acuerdo, naturalmente). Antes de seguir, procede aclarar lo de arcadianos, y lo de de nuevo. Por arcadianos entiendo a los que coincidimos en los comentarios del primer blog de Arcadi Espada, los famosos Diarios, de cuyo inicio hace ahora diez años (aunque yo tardé un tiempo en hacerme asiduo). Y lo de de nuevo se debe a que en estos diez años esos arcadianos no hemos dejado de discutir en torno a los temas que va proponiendo Espada: primero en los Diarios, después en otros blogs, ahora en Twitter. Como hicimos anteayer.

Y con esto vuelvo a la carta que mencionaba al principio. Trataba, como es habitual, del nacionalismo catalán, y en particular sobre las reacciones que ha suscitado otra carta, la de Mas: esa con la que el President intentaba explicar sus fabulosos planes a distintos líderes europeos. Espada parecía descontento con el tono general de las reacciones, en particular, se lamentaba de que ...

"..(l)a schulzeuropa quiere evitar el debate político y la injerencia. Es llamativa su tibieza moral y política ante el secesionismo de Mas..."

Algunos arcadianos discrepaban de Espada (ser arcadiano - aclaramos- no imposibilita la discrepancia, sino que casi la garantiza) y sostenían que la actitud europea es un sabio modo de evitar publicidad gratuita a la causa nacionalista. Otros, que esas reacciones casi burocráticas llegadas de Europa son las únicas procedentes ante los delirios de Mas. Alguno más sostenía que los líderes europeos deberían haber sido más explícitos sobre las perniciosas consecuencias que tendría para Cataluña constituirse como estado independiente...

Pero yo creo que el lamento de Espada no iba por ahí, sino que conecta con una de sus ideas clave, una de esas dos o tres ideas de las que ha logrado convencerme: la necesidad de establecer un debate de principios con el nacionalismo, sin complejos. Porque ese debate quizás habría frenado el ascenso de los nacionalismos, y cuanto más los retrasemos más difícil será deternerlo. Que Espada opina que esta es una tarea fundamental es algo que está implícito en su denuncia constante de la estupidez nacionalista (que bien puede entenderse como el intento de llenar un vacío) pero también está explícito en sus textos, como en esta frase que subrayaba el otro día el arcadiano Melò:

"Yo creo que al nacionalismo se le ha de dar lo que pide, que es su ridiculización incesante: buena parte de su éxito local se debe a que su carácter no ha sido sometido a una risa batiente, generalizada y demoledora."

En el campo progresista esto es evidente: salvo versos sueltos como Savater, Félix Ovejero y algún que otro bloguero friqui, pocos han dedicado líneas a explicar  que es contradictorio tenerse por progresista y ser nacionalista (o soberanista, o lo que sea): fue quizás por eso por lo que yo me interesé por Espada cuando escribía en El País. Del mismo modo, apuesto a que tampoco se han dedicado demasiados esfuerzos para mostrar la incompatibilidad del nacionalismo con los principios liberales e ilustrados. Para ello no sólo hay que estar libre de complejos cuyo origen ha sido ampliamente discutido, sino que es necesario creer que en el debate político, partiendo de unos principios y usando la lógica se puede mostrar (¡e incluso demostrar!) que determinadas ideas son contradictorias: reconozco que ahí late la creencia en que existe la verdad, sin duda atribuible también en parte a la perniciosa influencia de Espada.

Por eso, seguramente Arcadi Espada desearía que desde Europa se dijera sin rodeos que el nacionalismo es incompatible con el europeísmo, que en un momento en el que estamos intentando construir un espacio donde convivan varias identidades (o donde uno pueda librarse de la insufrible gimnasia identitaria) no tienen cabida nuevas fronteras,  o que ahora que se está intentando ampliar el alcance de la solidaridad en Europa no tiene sentido mutilar los espacios de solidaridad existentes. La reacción de Europa, sin embargo, ha sido la que ha sido. Conociendo a Espada, esto no le desanimirá y seguirá insistiendo cuanto sea preciso en su blog, en sus columnas y en sus cartas de los sábados. Y hace bien, porque puede acabar resultando convincente. Se lo garantizo.