Me manda mi amigo N. un artículo titulado “Reflexiones socialdemócratas” porque sabe que me gusta coleccionarlos (como a otros les gusta coleccionar insectos). Me subraya este párrafo:
"Ahora bien, la socialdemocracia no puede aceptar transacciones entre igualdad y bienestar. Consideren, por ejemplo, la siguiente alternativa: por un lado, una sociedad donde la fracción más rica tiene asignado 10 y la más pobre 5 (una desigualdad de cinco puntos); por otro lado, una sociedad donde la fracción más rica tiene asignado 7 y la más pobre 4 (una desigualdad de tres puntos). La igualdad sería mayor en esta última sociedad, pero el bienestar menor (también menor para la fracción más pobre). Desde el punto de vista del sector con menores recursos, no tendría sentido sacrificar su bienestar a cambio de una mayor igualdad. Esta opción difícilmente sería respaldada por los votantes."
Leo el artículo, que es interesante, y pienso en la etiqueta socialdemócrata... con cansancio. La única etiqueta que me interesa a estas alturas es la etiqueta de racional. Porque lo racional es defender, como el autor, que hay desigualdades tolerables y que deben ser valoradas en su justa medida, sin olvidar sus potenciales efectos negativos (que existen). Pero ahí está el debate: cuánta desigualdad es tolerable y cómo intervenir para modularla. Un debate que debe ser afrontado - sí- racionalmente, con datos. Y quien lo niegue, independientemente de que se tenga por socialdemócrata à la Podemos, hegeliano, ecocomunista, carlista o libertario, para mí sólo será un oscurantista. A menos que presente pruebas convincentes.
***
La polémica por la visita del presidente Rohani ha tenido el nivelazo de todas las polémicas análogas que han surgido en los últimos años (¿es normal que empiecen a aburrirme?). Pero al menos he hecho un descubrimiento valioso gracias a Roberto Saviano: la Venere Callipigia. De nada:
***
Viendo casas, que es una ocasión para ver a la gente que hay dentro de las casas. En la de hoy nos recibe una señora diminuta. En las paredes, fotografías enormes de juventud, con su marido en la playa (pelo en pecho y chancla de goma él, sorprendentemente exuberante ella). La cocina, alicatada como para sentirse en el interior de una caracola gigante. En la entrada, un pequeño busto del Duce y otro más grande en el salón, encima de la tele.
Aunque el día empezó políticamente bastante mal, mejora sustancialmente con una columna de Savater en la que se ventila a integristas, islamófobos y nacionalistas en dos párrafos. También leo que Arcadi ha aparecido en Il Venerdì di Repubblica. Le he pedido a mis suegros que me lo guarden, ya lo leeré cuando pasemos por allí.
Porque los verdaderos socialdemócratas creemos en los incentivos.